Por Gladiola Chi
Mi deporsí es caminar descalza, sentir la tierra y la humedad del piso; mi deporsí fue subir árboles para bajar huayas y corretear mariposas.
Crecí en una comunidad mayahablante, mi papá habla maya, mi mamá náhuatl y, aunque yo no lo hablé, siempre me interesó y aprendí lo básico para vender mis cosas en el mercado y en las comisarías.
Sin embargo, muchas veces por vergüenza ya no quería hablarlo o aprenderlo porque me decían que no me iba a servir de nada.
Quizá las diferencias han sido muchas entre cada una de nosotras, quizá yo no vista de hipil o no hablé maya, pero crecer en la comunidad, respetar la cosmovisión maya y la naturaleza, me hizo más sensible, más empática. El pueblo te hace pensar y sentir diferente.
Antes no entendía quién era realmente maya, me hacía pensar que quizá yo no lo era, pero ahora sé que sí, soy una mujer indígena maya que tuvo privilegios (los cuales también he asumido).
Ahora, desde mis trincheras, intento reflejar un poco de lo que son y somos las mujeres indígenas; busco reivindicar con justa y digna perspectiva humana a cada una de nosotras, creando cada vez más espacios y colaboraciones con muchas más de nosotras.
Mi admiración y respeto en cada rincón del País a todas ustedes, mujeres indígenas: cada una de nosotras le rinde tributo a lo que para para cada una significa ser e identificarse como mujer indígena.
Dedicado a mis hermanas de Halachó, Sihó, Cucholoch, Cepeda, Acú, Dzidzibachí, San Mateo… y, sobre todo, a Gladiola pequeña: ojalá alguien te hubiera dicho que nunca tuvieras que esconder tus orígenes por miedo a ser discriminada.