Por Cristóbal León Campos
Leo la noticia y no puedo más que evocar algunas fugaces imágenes de mi hermano Óscar y del amigo Tomás, es lo primero que me viene a la mente, ambos, asociados entre sonidos y momentos de vida, recuerdos acompañados por destellantes sensaciones que resuenan junto a viejas letras como si se trataran de melodías recientes, una en especial que quizás como señal definitoria se posiciona en los instantes que ahora vivo: “Estoy parado sobre la muralla que divide / Todo lo que amé de lo que amaré”.
Esta composición siempre ha logrado crear en mí una sensación de añoranza, mas no de nostalgia. La muralla quedó atrás hace mucho tiempo: “Estoy mirando como esas viejas ilusiones / Pasando la muralla se hacen realidad”. Ahora, justo ahora, las circunstancias cotidianas han refirmado lo que sé, el amor que me calcina es inconmensurable y su presencia en mi vida aquilata cualquier pesar.
Algunas horas atrás, el vocalista de la banda de rock Enanitos Verdes falleció, Marciano Cantero interpretó canciones que marcaron de alguna forma mi juventud, así como la de muchos de los y las integrantes de mi generación, quizás, sin saberlo de manera consciente, es altamente probable el hecho de que él pudiera conformar eso que solemos llamar ícono junto a otros músicos –principalmente rockeros- que despuntaron en las últimas décadas del siglo pasado. Canciones como “Tus viejas cartas”, “Lamento boliviano”, “Luz de día”, “El extraño de pelo largo” y muchas otras, representan en diversas formas el sentir de una época que no termina, pero que se diluye entre los nuevos ritmos y los mensajes consumibles que ahora encabezan las llamadas listas de popularidad: “Estoy mirando cómo aquella vieja psicodelia / Estoy fijándome cómo viene y va”.
Los himnos -adoptados así por el gusto popular- van conformando por la aceptación mayoritaria una especie de memoria generacional, los temas, los mensajes y las formas en que estos repercuten en el imaginario colectivo, los conviertes en referentes de vidas pasadas y, quizás, en el caso de Enanitos verdes y otras bandas surgidas en años posteriores a las dictaduras latinoamericanas, su presencia marcó también esos años de una insipiente esperanza por las libertades cuartadas en tiempos de oscuridad. El tránsito de nuestras vidas, influido indiscutiblemente por el entorno de nuestras sociedades, se ve representado por aquellos íconos que encontraron formas expresivas que aglutinan y sirven de eco para aquello que sentimos o pensamos: “Estoy mirando cómo mis heridas se cerraron / Y cómo se desangra un nuevo corazón”.
La partida de esos referentes culturales cierra algunos ciclos y deja abiertos otros cuya conclusión queda a la deriva, la muralla verde es una metáfora de cambio y continuidad arraigada en la subjetividad de quien se debate entre el pasado y el presente, es una forma de autoconfrontación entre aquello que se supo verdadero y que con el tiempo se diluyó como sombras, pero que al mismo tiempo pudiera representar la apertura de una nueva ruta en el andar incierto de lo cotidiano: “Estoy parado sobre la muralla que divide / Todo lo que fue de lo que será”.
Mientras todo lo anterior encuentra su razón y dispersa las dudas, me quedo con aquello que se confirma en el ahora, pues tras la muralla verde hay un sendero por andar en donde los sueños añorados “se hacen realidad…”.