Hace algún tiempo tuve la oportunidad de visitar y conocer la comisaría de Petulillo, perteneciente al municipio de Peto. Se encuentra a poco más de dos horas en carretera hasta llegar a Dzonotchel y de ahí se toma la salida a Petulillo a través de la cual se recorren 10 kilometros de un camino de muy difícil acceso, aún si lo hacemos en motocicleta.
Fue toda una travesía. Después de varias décadas de solicitar la pavimentación del camino de acceso, finalmente este año las autoridades accedieron a pavimentar el primer tramo, es decir, los primeros 5 kilometros.
Una vez superado el difícil acceso llegaremos a la comisaría y no escapará de nuestras miradas el templo en honor a San José de la Montaña en cuyo interior se encuentra una hermosa pila bautismal tallada en piedra.
Es muy probable que el templo, que tiene una antiguedad de más de 200 años, al igual que muchas casas del mismo lugar, se haya construido sobre un inmenso cenote cuyos accesos a las frescas cavernas pueden verse con facilidad.
Tuve la oportunidad de probar el pan recién horneado producido por los lugareños. Toda una delicia. Petulillo es un hermoso lugar, como muchos en nuestro bello estado, que encierra muy interesantes y apasionantes tesoros como sus ruinas, hoy cubiertas por una espesa capa de vegetación. El laberinto que de encuentra en las grutas, en las cuales han encontrado piedras labradas.
En Petulillo el jabalí, armadillo y el zerere son parte de la dieta regular. Las efectivas maneras de curarse después de una picadura de serpiente han sido transmitidas a través de generaciones.
La calidéz de sus habitantes nos invita a regresar.
Mi visita fue rápida ya que la lluvia empezó a caer y dadas las condiciones del camino, de no haber salido al inicio de la lluvia probablemente no lo hubiera hecho ese día.
Espero tener tiempo y vida para regresar porque quedaron muchas cosas pendientes por conocer. Me quedo con las imagenes que comparto con todo el grupo y con la experiencia vivida ese día y la deliciosa comida que la familia de mi amigo Edilberto Castillo preparó con mucho afecto.
Sergio Montero