Una mañana tranquila en Tizimín se vio sacudida por un aroma inusualmente fuerte que flotaba en el aire.
El olor penetrante se aferraba a las calles y alertaba a los vecinos, despertando un sentimiento de inquietud en la comunidad.
El origen de este misterioso aroma pronto se revelaría cuando un familiar preocupado se aventuró hacia la morada de Álvaro Correa Mena, un hombre de 88 años que residía en la calle 51 X 52 Y 54.
Después de días sin noticias de Álvaro, su primo hermano, José Antonio Alcocer Perera, decidió hacer una visita para asegurarse de que todo estuviera bien.
Al llegar a la casa, José Antonio se encontró con un silencio ominoso. Ninguna respuesta vino de adentro, solo el persistente olor que flotaba en el aire.
Al indagar con los comerciantes locales, se dio cuenta de que nadie había visto a Álvaro en días. Alarmado, decidió tomar medidas y reportar la situación al número de emergencias 911.
Pronto, las autoridades locales llegaron al lugar, lideradas por el subdirector Marcial Perera Navarro. El olor nauseabundo que emanaba del interior de la casa confirmó las peores sospechas.
Con precaución, se acordonó la entrada y se llamó a las autoridades pertinentes: la Policía Estatal de Investigación, el Instituto de Ciencias Forenses y la Fiscalía General del Estado.
El descubrimiento del cuerpo en descomposición de Álvaro Correa Mena dejó a la comunidad consternada.
Mientras los investigadores trabajaban para esclarecer los detalles de esta tragedia, los residentes se congregaban en el área, tratando de entender lo sucedido en su tranquila ciudad.
La presencia de las autoridades y el Instituto de Ciencias Forenses captó la atención de los curiosos, que se acercaban en busca de respuestas.
Sin embargo, en medio del misterio y la tristeza, una cosa quedaba clara: la vida de Álvaro Correa Mena, una vez vibrante y llena de historias, llegaba a un silencioso final en las calles de Tizimín.