En el corazón de Mérida, donde el sol parece haberse aliado con el verano para desatar su furia, las tienditas de la esquina se convierten en verdaderos oasis para los sedientos.
Con el mercurio escalando sin piedad, el hielo se convierte en un tesoro más valioso que el oro, y los refrescos y agua purificada, en la salvación para los exhaustos habitantes.
En estas pequeñas pero bulliciosas tiendas, el ritmo de la vida se acelera al compás de la demanda. La Cámara Nacional de Comercio en Pequeño (Canacope) señala un incremento vertiginoso del 20% en la venta de estos productos vitales para combatir el intenso calor.
Sin embargo, este aumento repentino ha desatado una lucha silenciosa detrás del mostrador, donde los dueños se enfrentan al desafío de mantener sus productos frescos en medio de un calor abrasador.
María Trinidad Guerrero Jiménez, presidenta de Canacope en Yucatán, relata las dificultades que enfrentan estos pequeños comerciantes.
La escasez de hielo, que ellos mismos producen, se ha convertido en un dolor de cabeza, mientras los refrigeradores luchan por mantenerse a flote en medio de la demanda. Los refrescos, atrapados en un limbo entre el frío y el calor, desafían las leyes de la física al negarse a “helarse” completamente.
Pero no todo es celebración en estas tienditas. La sombra del exceso de calor amenaza con desencadenar apagones que podrían sumir a la ciudad en la oscuridad, poniendo en peligro todo el comercio en pequeño.
A pesar del auge de la temporada, la incertidumbre acecha en cada esquina, recordándonos que incluso el sol más brillante puede tener un lado oscuro.
En este cuento de verano, las tienditas de la esquina se erigen como bastiones de frescura en un mundo abrasador, donde la lucha por mantenerse a flote es tan intensa como el calor que nos envuelve.