Era una madrugada tranquila en Telchac Puerto, el cielo comenzaba a teñirse de los primeros tonos del amanecer cuando los voluntarios del Club de la Tortuga iniciaron su habitual recorrido por la playa. Era el 17 de mayo, alrededor de las 4:18 de la mañana, y la brisa marina acariciaba sus rostros mientras caminaban atentos en busca de señales de anidación de tortugas marinas.
De repente, un sonido rompió la quietud del amanecer. No era el susurro de las olas, sino algo más inquietante. Los voluntarios apresuraron el paso y, a lo lejos, distinguieron una escena que los llenó de consternación: una tortuga carey (Eretmochelys imbricata) estaba siendo atacada por un grupo de perros.
Con el corazón en un puño, los voluntarios corrieron hacia la tortuga, espantando a los perros y llevándola rápidamente al Cetmar 17. Allí, un equipo de biólogos, veterinarios y alumnos se unió en un esfuerzo desesperado por salvar a la tortuga. Las horas pasaron llenas de tensión y esperanza, pero la gravedad de las heridas era demasiada. A pesar de todos sus esfuerzos, la tortuga no sobrevivió.
Esta no era una historia aislada. Desde hace dos o tres temporadas, los voluntarios habían notado un aumento en los ataques a las tortugas que llegaban a anidar en las playas de Yucatán. Los perros, actuando cada vez más en manada, habían aprendido a cazar las tortugas, causando múltiples incidentes entre abril y septiembre, los meses críticos de la temporada de anidación.
La situación era alarmante. Las tortugas marinas, especies de ciclos reproductivos tardíos, necesitan entre 15 y 20 años para llegar a su etapa reproductiva. Además, las tortugas carey están catalogadas como en peligro de extinción. Cada pérdida era un golpe devastador para la supervivencia de la especie.
El Club de la Tortuga no solo compartió la triste noticia en redes sociales, sino que también hizo un llamado urgente a la comunidad y a las autoridades. “Suplicamos encarecidamente a los propietarios de los perros, por favor, extremen vigilancia en ellos”, pedían en su mensaje. La organización instó a la Semarnat, la Profepa y al Ayuntamiento de Telchac Puerto a tomar medidas inmediatas. Sin un plan de manejo adecuado, la situación podría escalar de un problema de tenencia irresponsable a una crisis de fauna feral.
La historia de esa madrugada en Telchac Puerto es un recordatorio doloroso de la fragilidad de nuestras especies marinas y la importancia de la responsabilidad comunitaria. Cada acción cuenta, cada vida salvada es una victoria en la lucha por la conservación. Mientras las olas continúan su eterno vaivén, la esperanza de un futuro más seguro para las tortugas marinas descansa en las manos de todos nosotros.