En el corazón de Mérida, la ciudad que alguna vez fue símbolo de crecimiento y prosperidad, un silencio comienza a extenderse. El sonido habitual de las aulas llenas de estudiantes se ha desvanecido, y las puertas de algunas de las escuelas privadas más queridas de la región se han cerrado. La razón: una crisis económica que está afectando con dureza a las instituciones educativas de Yucatán.
Desde el inicio de la pandemia, la situación de las escuelas privadas en Mérida ha empeorado. En lo que va del año, al menos cinco colegios han tenido que cerrar sus puertas, un golpe duro para las familias que confiaban en estos centros para la educación de sus hijos. Pero este es solo el comienzo de una crisis mucho mayor. Según datos de la Asociación Mexicana de Escuelas Particulares de Yucatán, ya son 105 las instituciones que han tenido que cerrar desde el inicio de la pandemia. Y la cifra podría seguir aumentando.
Elías Dájer Fadel, presidente de la Asociación, no escatima en advertencias. En sus palabras, el panorama es cada vez más sombrío: “Las escuelas que cobran menos de 6 mil o 5 mil pesos están en riesgo de cierre. Tan solo este año, ya hemos perdido cinco escuelas”. La causa principal, según él, es una combinación de factores, siendo el más crítico la falta de ingresos.
Las instituciones educativas que han optado por ofrecer colegiaturas más accesibles para las familias, especialmente aquellas que oscilan entre los 5 mil y 6 mil pesos, son las que más están sufriendo. A pesar de su esfuerzo por mantener los precios bajos para facilitar el acceso a la educación, se enfrentan a costos operativos que no pueden cubrir. El aumento de impuestos tanto a nivel estatal como federal, junto con el incremento salarial de los últimos años, ha disparado los gastos operativos, dejando a muchas escuelas sin recursos suficientes para continuar operando.
Más del 80% de los ingresos de estas escuelas se destinan a cubrir la nómina de los trabajadores, una carga que se ha vuelto insostenible para muchas de ellas. Sin una ayuda estructural del gobierno, las opciones para estas instituciones se están agotando rápidamente.
El cierre de las escuelas privadas en Mérida no solo es una tragedia económica, sino que también tiene un impacto profundo en las familias y comunidades que dependen de ellas. Estas escuelas, en su mayoría, han sido fundamentales para la educación de miles de niños y jóvenes. Al desaparecer, dejan un vacío difícil de llenar, obligando a los estudiantes a buscar nuevas opciones, a menudo menos accesibles o de menor calidad.
Pero la situación no es exclusiva de Mérida. En el municipio de Tizimín, la crisis económica también se refleja en los recortes salariales impuestos a la policía local, evidenciando la inestabilidad que atraviesa la región. El cierre de escuelas y los ajustes presupuestarios en los cuerpos de seguridad son solo síntomas de un problema mayor: una economía regional que no logra sostenerse.
La desaparición de las escuelas privadas representa una pérdida irreversible para las familias de Yucatán. La urgencia de encontrar soluciones financieras para estas instituciones educativas se vuelve cada vez más crítica. Es necesario implementar estrategias que no solo aligeren la carga fiscal de las escuelas, sino que también fortalezcan la infraestructura educativa para garantizar que las generaciones futuras puedan acceder a una educación de calidad, sin importar su situación económica.
La crisis financiera que enfrentan las escuelas privadas en Mérida es solo una parte de una problemática más amplia. Para que la educación siga siendo una herramienta de progreso y esperanza en Yucatán, es imperativo actuar ahora y buscar un equilibrio financiero sostenible que permita a estas instituciones seguir desempeñando su papel fundamental en la formación de los jóvenes del estado.