En el corazón de Tekit, Yucatán, una voz se levanta entre el dolor y la indignación. Doña Leticia Canché, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, clama justicia por la muerte brutal de su hijo, Ismael Alejandro, conocido por todos como “El Güero”.
La vida de Ismael terminó de forma desgarradora, linchado y quemado frente a la mirada de sus vecinos. Según la madre, lo que comenzó como una presunta agresión terminó destapando la ira colectiva de una comunidad dividida por el miedo, los prejuicios y una oscura red de problemas sociales que han marcado al municipio.
La noche que cambió todo
Todo empezó con la muerte de Doña Candy, una mujer de la tercera edad, tras un altercado en el que se acusó a “El Güero”. La noticia se propagó como pólvora, encendiendo la furia de los pobladores. En poco tiempo, una turba se congregó frente a la casa de Leticia Canché, exigiendo justicia inmediata y desahogando su indignación de la peor forma posible.
“Mi hijo estaba escondido en el techo, aterrorizado. Pero decidió entregarse pensando que lo llevarían detenido”, narró Leticia entre sollozos. Sin embargo, el destino que le esperaba a Ismael fue aún más cruel.
Las autoridades llegaron al lugar y lo subieron a una patrulla, pero la multitud, enfurecida, lo sacó del vehículo. Lo golpearon, lo arrastraron y finalmente lo quemaron frente a todos. Mientras tanto, Leticia permanecía encerrada, llorando y escuchando el horror afuera.
“Pedía ayuda, pero nadie hizo nada. Me lo quemaron, y yo no podía ni acercarme porque me decían que me iban a matar también”, relató con el corazón roto.
Más allá del linchamiento: una crisis silenciosa
Para Leticia, la tragedia de su hijo es solo la punta del iceberg. Señala que muchas de las personas que participaron en el linchamiento están involucradas en la venta de drogas, un problema que, según ella, ha sido ignorado durante demasiado tiempo en Tekit.
“Quiero justicia. Ya mataron a mi hijo, pero ellos también deben rendir cuentas. Ellos están vendiendo la droga”, expresó Leticia, dejando al descubierto una problemática que el linchamiento intentó ocultar bajo la sombra de la indignación colectiva.
Una comunidad dividida y una madre que no se rinde
El caso de “El Güero” no solo refleja el dolor de una madre que perdió a su hijo de la manera más atroz, sino también la falta de intervención oportuna de las autoridades y la profunda crisis social que enfrenta Tekit.
Hoy, Leticia alza la voz, no solo por su hijo, sino por todas las madres que temen vivir una tragedia similar. Con valentía, exige que los responsables sean castigados, que las redes de drogas sean desmanteladas y que Tekit recupere la paz.
“Ojalá esas personas no sufran lo que yo estoy sufriendo”, concluye Leticia, con una mezcla de dolor y esperanza en sus palabras.
Su testimonio, cargado de amargura y amor maternal, es un llamado urgente para que no se repitan tragedias como esta y para que el pueblo de Tekit se enfrente a los demonios que lo han llevado a esta encrucijada.