El día comenzó como cualquier otro en la fábrica textil de Motul. Miguel y Juan, dos compañeros de trabajo, bromeaban mientras caminaban hacia la parte trasera del cajero del banco. Habían recibido la orden de revisar unos cables de media tensión, una tarea que no era nueva para ellos, pero que siempre requería concentración y precaución.
Miguel, con años de experiencia, inspeccionó los cables primero. “Parece un trabajo sencillo”, pensó. Juan, más joven, le observaba con atención, listo para ayudar. Pero en un instante, un chispazo cegador iluminó el lugar. Un estruendo seco sacudió el aire, seguido de un grito desgarrador.
La descarga los alcanzó con una brutalidad impensable. Juan cayó al suelo con el cuerpo en llamas, mientras Miguel, aún consciente, sentía un dolor insoportable recorrer su piel. Los gritos alertaron a quienes estaban cerca.
Los minutos se volvieron eternos hasta que paramédicos de la CNE y la SSP llegaron al lugar. La escena era desoladora: Miguel y Juan con graves quemaduras, el olor a piel y ropa chamuscada impregnando el aire. Con urgencia, los trasladaron a un hospital en Mérida, donde los médicos luchan por salvar sus vidas.
Mientras tanto, las autoridades han iniciado una investigación. ¿Fueron negligencias de la empresa las que los llevaron al borde de la muerte? ¿O fue un accidente inevitable?
Lo cierto es que en un solo instante, sus vidas cambiaron para siempre.