María y Carlos regresaban a casa después de una tranquila velada en el pueblo. La brisa nocturna acariciaba sus rostros mientras avanzaban en su motocicleta por la carretera de Hunukú, Temozón.
De repente, entre las sombras, un perro apareció de la nada, cruzando el camino sin previo aviso. Carlos, con reflejos rápidos, giró el manubrio bruscamente para evitar atropellarlo, pero el movimiento repentino hizo que perdieran el equilibrio.
La motocicleta derrapó, lanzándolos contra el asfalto. El impacto fue duro. Carlos sintió el ardor de los raspones en su piel, pero su corazón se detuvo al escuchar el quejido de María. Ella estaba herida y necesitaba atención médica.
Minutos después, los vecinos llegaron a ayudar. Una ambulancia trasladó a María al hospital general, mientras Carlos intentaba recuperar la calma. La moto estaba dañada… pero, increíblemente, el perro se había marchado ileso, ajeno al accidente que había provocado.
Este suceso dejó una lección clara: en las carreteras de Yucatán, donde los animales pueden aparecer en cualquier momento, la prudencia y la prevención son clave.