Las olas arrastraron más que agua salada a las costas del pequeño puerto yucateco: trajeron consigo una historia de resistencia, riesgo y búsqueda de esperanza. Ocho ciudadanos cubanos —seis hombres y dos mujeres— fueron rescatados este fin de semana tras un presunto naufragio que los dejó varados en tierra mexicana, luego de cruzar el mar Caribe en condiciones precarias.
Los migrantes llegaron a El Cuyo por vía marítima, en una embarcación irregular que, según su testimonio, no resistió la travesía completa y se hundió poco antes de alcanzar la costa. Aunque presentaban síntomas de deshidratación leve, todos estaban conscientes y fueron atendidos de inmediato por elementos de la Policía Municipal de Tizimín y de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Yucatán.
La escena en la playa era silenciosa, contenida. Sin cámaras, sin ruido, pero con miradas que hablaban de agotamiento y alivio. En ese rincón del oriente del estado, donde la vigilancia costera se ha reforzado en los últimos meses debido al aumento en los flujos migratorios, la rutina de la comunidad se vio interrumpida por un nuevo episodio de la crisis migratoria regional.
Tras ser estabilizados y alimentados, los ocho cubanos fueron entregados al Instituto Nacional de Migración (INM), donde comenzarán su proceso administrativo. Las autoridades no informaron si solicitarán asilo o serán repatriados, aunque señalaron que se seguirán los protocolos humanitarios correspondientes.
El caso es apenas una muestra de un fenómeno creciente: la ruta marítima entre Cuba y la Península de Yucatán se está convirtiendo en un camino cada vez más transitado —y peligroso— por quienes buscan una nueva vida fuera de la isla.
En El Cuyo, las olas siguen golpeando la arena con fuerza, como si también ellas quisieran contar las historias que el mar no se lleva del todo.