En los últimos días, Mérida ha sido testigo de una creciente polémica en torno a un proyecto que podría cambiar el rostro de la ciudad para siempre: la construcción de un segundo Periférico.
Esta propuesta, presentada por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), ha generado un intenso debate entre los ciudadanos, funcionarios y expertos en urbanismo y medio ambiente.
El plan contempla la edificación de tres libramientos para conectar áreas clave como Kanasín, Umán y el Puerto de Altura de Progreso, con el objetivo de mejorar la movilidad y reducir la congestión vial en la capital yucateca.
Sin embargo, detrás de esta aparente solución a los problemas de tráfico se esconden cuestionamientos sobre su viabilidad, impacto ambiental y beneficios reales para la población.
Luis Manuel Pimentel Miranda, director General del SICT, ha defendido la necesidad de esta obra argumentando la alta tasa de accidentes en el circuito exterior de Mérida, conocido como “Lic. Manuel Berzunza”.
Con cerca de 300 incidentes al año, esta vía representa un peligro constante para los conductores y peatones, justificando así la urgencia de mejorar la infraestructura vial.
Sin embargo, muchos críticos han señalado que la construcción de un segundo Periférico podría tener consecuencias negativas para el medio ambiente y las comunidades aledañas.
El aumento del tráfico vehicular y la urbanización descontrolada podrían poner en riesgo áreas naturales protegidas y ecosistemas frágiles, además de afectar la calidad de vida de los habitantes.
Además, se ha cuestionado la transparencia en el proceso de toma de decisiones y la falta de consulta pública con los ciudadanos afectados.
¿Se están considerando realmente las necesidades y preocupaciones de la población en la planificación de este proyecto? Esta es una pregunta que muchos se hacen en medio de la incertidumbre y la desconfianza.
A pesar de las críticas, el Gobierno Federal insiste en la importancia de esta obra para el desarrollo económico de la región. Se espera que el estudio de viabilidad esté listo este año, con miras a iniciar las obras en 2025.
Sin embargo, la población de Mérida se encuentra dividida entre aquellos que ven en este proyecto una oportunidad de crecimiento y modernización, y aquellos que temen los riesgos y consecuencias de esta megaobra.
En definitiva, el futuro del segundo Periférico de Mérida sigue siendo incierto, pero una cosa es segura: esta propuesta continuará siendo el centro de atención y debate en los próximos meses, mientras la ciudad se enfrenta a un desafío que podría definir su destino por décadas.