Hace más de cuatro décadas, la venta de agua en este municipio tenía un rostro muy distinto. En las calles empedradas, las carretas tiradas por caballos recorrían casa por casa, abasteciendo a las familias con barriles de 1,300 litros. Hoy, los garrafones de 19 litros con entrega a domicilio dominan la escena.
La historia de este comercio comenzó a documentarse desde la década de 1950, cuando personajes como Adolfo Zapata, Cadio Zumárraga, Francisco Cocom, los hermanos Bermejo, Gonzalo Manzanilla y Crecensio Manzanilla —este último aún con vida a sus casi 90 años— emprendieron la titánica labor de distribuir el vital líquido en Oxkutzcab.
Para dedicarse a este oficio, era necesaria una fuerte inversión para la época: una carreta, un barril y un caballo costaban cerca de mil pesos, cuando el jornal diario no superaba los 3.50. Aun así, muchos hicieron de esta tarea su forma de vida.
El barril, hecho de madera Yáax-E’k y fabricado en Tekax, costaba 60 centavos de la época. Los aguadores lo llenaban en pozos locales y lo vendían por un peso, vaciándolo en las piletas de las casas.
En entrevista, Don Crecensio Manzanilla recordó que realizaba entre 15 y 16 viajes al día. “Con eso sacaba para sostener a mi familia”, comentó. Dejó el oficio en 1975 para vender refrescos en el mercado municipal.
Hoy, el escenario ha cambiado por completo: la venta de agua se ha modernizado y profesionalizado. Los barriles desaparecieron, y los garrafones son el nuevo estándar. El precio por unidad ronda los 18 pesos, y el servicio a domicilio es parte del día a día de cientos de familias.
A 40 años de distancia, el negocio del agua no solo ha cambiado en tecnología y presentación, sino también en la forma en que conecta con la vida cotidiana de Oxkutzcab.