En el corazón de Oxkutzcab, donde el aroma de la fruta madura inunda las calles y la gente trabaja duro desde el amanecer, hay un lugar donde también se cosechan sueños. Es la escuela de boxeo, un refugio donde muchachos y muchachas moldean su carácter golpe a golpe, bajo la guía firme y paciente de Jacobo Zapata.
Hace más de una década, un grupo de apasionados decidió sembrar esperanza en su comunidad. Carlos Parra Molina, Kenny Vázquez Parra, Jessica Parra, Víctor Parra Vázquez, Fabricio Espinosa, Eduardo Lugo y otros visionarios unieron fuerzas para abrir las puertas de la escuela de boxeo. No había grandes recursos, pero sí un deseo ardiente de cambiar vidas a través del deporte.
Desde entonces, el gimnasio se convirtió en el templo de los sueños, donde el eco de los guantes contra los costales resuena con fuerza. Bajo el liderazgo de Jacobo Zapata, los entrenamientos se realizan cada tarde, con la disciplina como pilar fundamental. El objetivo no es solo aprender a lanzar golpes certeros, sino también a levantarse después de cada caída.
Con el paso de los años, la escuela ha forjado verdaderos campeones que han llevado el nombre de Oxkutzcab a lo más alto del podio. En febrero, durante las justas estatales, los guerreros del sur demostraron su valía:
- Drake Pestañas se colgó el oro en la categoría de 86 kg.
- Victoria Góngora también conquistó el oro en la categoría de 60 kg.
- Ingrid Sensores brilló con una medalla de plata en los 50 kg.
- Elizabeth Coi obtuvo plata en la categoría de 52 kg.
- Y los gemelos Joaquín y Javier Argüello Parra, leyendas locales, han sido campeones estatales en múltiples ocasiones, reafirmando el poder de la perseverancia y el esfuerzo conjunto.
Sin embargo, el camino no ha sido fácil. La escuela de boxeo no cuenta con patrocinio oficial, dependiendo únicamente del apoyo de particulares que creen en la fuerza del deporte como transformador social. Es gracias a ellos que los sueños de estos jóvenes siguen vivos, que los guantes siguen golpeando y que el espíritu de lucha se mantiene encendido.
Diez años han pasado desde que las primeras manos se vendaron en ese humilde gimnasio. Hoy, Oxkutzcab sigue formando guerreros del ring, luchadores que no solo vencen a sus rivales, sino también a las adversidades de la vida. Porque aquí, en la huerta del estado, el boxeo no solo enseña a pelear, sino a nunca rendirse.