Los mercados de Oxkutzcab y Dzan amanecieron esta semana con una sorpresa para compradores y productores: el precio de la caja de limón persa de 18 kilos osciló entre los 30 y 40 pesos, una baja significativa que ha generado opiniones divididas.
Esta variación, aunque previsible para quienes conocen el comportamiento estacional del mercado, no deja de llamar la atención por una razón clave: la producción no ha frenado, ha mejorado. Gracias al uso de sistemas de riego por microaspersión y prácticas agronómicas enfocadas en el cuidado del tronco y el suelo, muchos productores logran mantener hasta 12 cosechas al año.
A diferencia de otras zonas como Veracruz —donde el 95% del limón persa es de temporal y depende de las lluvias—, en Yucatán se está desarrollando un modelo más resiliente, menos sujeto al clima y más al manejo técnico del cultivo.
“Mientras más limpio esté el perímetro del árbol, mejor absorbe los nutrientes. Eso lo sabe cualquiera que trabaje con microaspersión”, señala uno de los productores consultados.
Por ahora, este sistema beneficia a los consumidores con precios bajos, pero pone en jaque a pequeños agricultores que podrían ver afectada su ganancia por la sobreoferta.
¿Es sostenible esta ventaja productiva? ¿O solo estamos viendo la calma antes del siguiente ajuste del mercado? La historia del limón persa en Yucatán sigue escribiéndose, una cosecha a la vez.