VIERNES DE VEJENTUD. (Por Pedro Rivas Guitiérrez)
Recibí carta de Paquito. Transcribo:
Querido escribidor: ¿Qué vas a hacer ahora que el gobierno decidió que la pandemia ya no es tan peligrosa y eliminó la obligatoriedad del uso de cubrebocas en casi todas partes? Ya te veo solito en tu alma en tus lugares bien ventilados, preferentemente al aire libre. En esta tierra, eso solo es soportable temprano en la mañana o tarde en la noche. En el ínter, te sientes como tortilla en comal.
Te lo he dicho mil veces: ir a un restaurante, al café o a la cantina, no es un lujo, es una necesidad. Es ahí donde te enteras de los aconteceres de la vida real. En las redes sociales conoces la vida maquillada a conveniencia. La vida real solo se transparenta con el chisme, que pese a todo se sigue dando de boca en boca, mirando a los ojos y analizando cada gesto del comunicador, tanto del que comparte mesa contigo, como el de la mesa de al lado. (Los chismes de la mesa de al lado son los más jugosos).
Eso tiene sus bemoles. Con tal de oír lo que dicen en la mesa más cercana —que en los últimos tiempos ha sido más bien la menos lejana, por aquello de la sana distancia—, se va uno inclinando hacia el lado correspondiente, hasta que la posición duele, o cede la silla y viene el porrazo. En este último caso pierdes doble, interrumpes la conversación que estabas tratando de escuchar y, de paso, descubres qué tan viejo te ven cuando la gente en vez de reírse se preocupa.
Bueno, no solo pasa con las conversaciones de mesas contiguas, también a veces ocurre en la propia mesa. Todos tenemos un amigo o una amiga que al contar algo va bajando el volumen hasta terminar el relato en un susurro prácticamente inaudible. Es como si justo antes de la escena final de la película se fuera la luz.
¿Quién era el asesino? ¿Lo atraparon o pudo escapar? ¿Es verdad que era su hermana o fue una mentira atroz? ¿Se casaron y fueron felices para siempre, o a él le da un infarto antes de la bendición?
¿Por qué lo hacen? ¿Qué placer encuentran en jugar tan despiadadamente con los sentimientos de las personas? Y con su equilibrio, porque para escuchar los finales todo mundo se inclina hacia el hablante, como si le estuvieran rindiendo pleitesía. (A lo mejor por eso, ¿no será?).
Regresando al tema, como dijo Manzanero, no sé tú, pero yo regreso a la vida, salgo del ostracismo al que me habías condenado, me reintegro a mi acostumbrado oficio de oidor profesional, retomo la función de consejero universal para una vida feliz, y reasumo desde luego la honrosa misión de suplir tus deficiencias, escribiendo en tu lugar de vez en cuando.
Cariñosamente: Paquito Pocamonta y Teflón, Duque de la Hornilla.
PFRG