El amanecer se abría paso cuando, de repente, el cielo se cubrió de nubes grises que anunciaban una sorpresa largamente esperada. Eran casi las 7 de la mañana cuando el primer susurro de la lluvia acarició la tierra, como si el cielo, compasivo, decidiera dar una tregua al agobiante calor que había sofocado el municipio durante días.
Al principio, fueron gotas tímidas que besaban el suelo seco, pero pronto cobraron fuerza sin llegar a convertirse en un aguacero desbordante. Una danza de agua y aire fresco, cortesía del frente frío número 33, envolvió el ambiente, llenando el aire de un aroma a tierra mojada que parecía renovar el espíritu de quienes lo respiraban.
Las unidades agrícolas, castigadas por el implacable sol, parecían revivir bajo la suave llovizna, mientras los agricultores alzaban la vista al cielo, agradeciendo en silencio esa bendición inesperada.
La Conagua advirtió que este refrescante respiro sería breve. Para el martes, el fresco se mantendría, pero el miércoles, el calor reclamaría su trono en la zona sur del Estado.
Por ahora, el pueblo disfruta del alivio. Los árboles parecen más verdes, el aire más puro, y la tierra, más viva. Porque, aunque efímera, la lluvia llegó justo a tiempo para recordarnos que la naturaleza siempre encuentra el modo de equilibrar la balanza.