La noche del lunes se tiñó de horror en Caucel Pueblo. Entre las paredes de una vivienda en la calle 26 con 23, una discusión doméstica estuvo a punto de convertirse en tragedia.
Nelly G. M., una joven de 26 años, realizaba sus labores cotidianas cuando su pareja, Darío J., de 38 años, regresó al hogar con una actitud violenta. Las palabras subieron de tono, los reproches se convirtieron en gritos y pronto, la violencia se hizo presente. Empujones y jaloneos marcaron el inicio de lo que pudo haber sido un desenlace fatal.
La furia del hombre escaló hasta lo impensable cuando, en un ataque descontrolado, tomó un machete e intentó asestarle un golpe mortal en la cabeza. En un acto de instinto y desesperación, Nelly alzó las manos para protegerse, recibiendo profundos cortes en ambas extremidades. El dolor era insoportable, la sangre brotaba, pero su voluntad de sobrevivir fue más fuerte.
Con lo último de sus fuerzas, la joven corrió fuera de la casa, dejando un rastro de sangre en el camino. Sus gritos de auxilio alertaron a los vecinos, quienes no dudaron en llamar a las autoridades. Minutos después, el estruendo de las sirenas rompió la calma de la noche.
Agentes de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) llegaron al lugar y encontraron a Darío J. con el arma en mano. Sin darle oportunidad de huir, lo sometieron y lo trasladaron de inmediato a la cárcel pública, donde enfrenta cargos por intento de feminicidio y violencia familiar.
Mientras tanto, paramédicos atendieron a Nelly, quien entre el dolor y el shock, anunció su intención de denunciar formalmente a su agresor. Su testimonio será clave para que la justicia actúe y que este episodio de terror no quede impune.
El eco de sus gritos, la desesperación de su escape y la imagen de una mujer ensangrentada corriendo por su vida, quedó grabado en la memoria de los vecinos. Un recordatorio doloroso de que la violencia de género sigue cobrando víctimas, pero también una esperanza: la valentía de Nelly para romper el silencio y buscar justicia.