En el vasto territorio del estado de Yucatán, se esconden joyas que van más allá de las murallas de las ciudades y los bullicios de las calles principales. Son localidades que desafían la noción de la vida urbana, donde el ritmo pausado del campo y la cercanía con la naturaleza son parte integral del día a día.
Sin embargo, detrás de esta aparente tranquilidad y belleza, se encuentran historias de lucha, supervivencia y una vida que se teje al ritmo de la tierra.
Según los datos recopilados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su último censo de población realizado en el año 2020, se ha identificado un grupo de localidades en Yucatán que ostentan una población reducida. Encabezando esta lista se encuentra el municipio de Quintana Roo, con apenas 976 habitantes.
Situado al oriente del estado, este municipio se erige como un testimonio de la vida rural en su estado más puro. Limitando con Tunkás, Tinum, Dzitás y Cenotillo, Quintana Roo alberga una comisaría llamada Dzulotok y seis ranchos, donde la vida fluye al compás de las estaciones y las cosechas.
El siguiente en la lista de los municipios menos poblados es Sanahcat, con una comunidad de 1701 habitantes.
Ubicado en el corazón de Yucatán, cerca del emblemático pueblo mágico de Izamal, Sanahcat respira una atmósfera de tradición y arraigo a la tierra.
Le siguen en la lista Cuncunul en el oriente, Suma en el noreste, Telchac Puerto en el norte, Teya en el oriente y Sudzal en el centro, con poblaciones que oscilan entre los 1714 y los 1949 habitantes respectivamente.
En estas comunidades, las actividades agrícolas son el pilar fundamental de su economía y sustento. La tierra fértil de Yucatán es generosa con aquellos que la trabajan, y los pobladores cultivan y cosechan sus propios productos para subsistir en el día a día.
La preferencia por la agricultura se explica en parte por las largas distancias que separan estas localidades de los centros urbanos, lo que aumenta los costos de transporte y dificulta el acceso a productos básicos.
Sin embargo, la vida en estas localidades no se limita únicamente al trabajo en el campo.
La ganadería y la pesca también son actividades económicas importantes, especialmente en lugares como Telchac Puerto, donde el turismo local contribuye al sustento de la comunidad.
Aunque pintadas con los colores del idilio rural, estas localidades no están exentas de los desafíos modernos. La pobreza extrema persiste en muchas de ellas, sobre todo en las comisarías y rancherías que conforman su tejido social.
En resumen, las localidades menos pobladas de Yucatán son mucho más que simples puntos en el mapa.
Son testigos de una forma de vida arraigada en la tierra, donde la agricultura es el hilo conductor que une a las comunidades en su lucha diaria por la supervivencia.
A través de sus paisajes rurales y su gente hospitalaria, estas localidades nos recuerdan la importancia de valorar nuestras raíces y mantener viva la llama de la tradición en un mundo cada vez más globalizado.