En mayo de 2013, un nuevo y ambicioso proyecto prometía traer a la ciudad un toque de glamour y diversión al estilo de los grandes centros de juego. Así nació el “GMM Casino”, instalado en el local conocido como “El Paraíso”, en pleno corazón de la colonia Centro, sobre la calle 53 por 50 y 52.
El casino abrió sus puertas con todos los permisos aparentes de ley, ofreciendo una experiencia de entretenimiento que incluía máquinas de juego de gran tamaño, similares a las de cualquier casino profesional. Sin embargo, lo que prometía ser un punto de encuentro para el entretenimiento terminó siendo una historia breve.
Apenas seis meses después de su inauguración, en noviembre del mismo año, el “GMM Casino” cerró sus puertas. ¿El motivo? Una mezcla de baja afluencia de clientes y la creciente popularidad de las máquinas tragamonedas, conocidas localmente como “maquinitas”. Estas, a diferencia del casino, lograron capturar a un público más amplio, instalándose primero en locales del mercado municipal y luego proliferando en prácticamente todas las tiendas de la ciudad.
Mientras que el casino intentaba atraer a los jugadores con una experiencia más formal y estructurada, las maquinitas ofrecían una alternativa accesible, económica y sin mayores formalidades. La comodidad de jugar en las esquinas del barrio o en pequeños comercios desplazó rápidamente cualquier intento de replicar la experiencia de los grandes casinos.
Hoy, el “GMM Casino” queda en el recuerdo como el último intento de la ciudad por traer este tipo de entretenimiento formal. Su cierre no solo marcó el fin de una era, sino también el triunfo de las pequeñas maquinitas, que continúan siendo una presencia cotidiana en el paisaje urbano. Este fenómeno evidencia cómo las dinámicas de consumo y entretenimiento locales muchas veces se desvían de los grandes proyectos, encontrando en lo simple y cercano su mayor atractivo.