El 18 de octubre es una fecha especialmente marca en el calendario emocional de los izamaleños, y de los feligreses y devotos de las comunidades vecinas que se desbordan en especial devoción por el recibimiento del Santo Cristo de la Exaltación de Sitilpech que es trasladado hasta la ciudad de Izamal.
No hay precisión histórica de cuando comenzaron a realizarse estos traslados anuales. Según una antigua leyenda comenzaron en el siglo XVIII, cuando los viajes a Mérida de la imagen patronal de Nuestra Señora de Izamal se hicieron frecuentes, los izamaleños no queriendo dejar vacío el santuario mariano, comenzaron a llevar a la cabecera de doctrina a este celebre crucifijo.
Nuevas investigaciones en torno a la historia dejan entre ver que estas nuevas peregrinas anuales, que tiene lugar el 18 de octubre, comenzaron en la tercera década del siglo XIX.
Marca el rito que se ha consolidado en el tiempo, que el primer lugar donde descansa la venerada efigie es en una capilla, a la entrada de la ciudad, el actual barrio de “San Juan”.
Un informe parroquial de 1842, redactado por el señor cura Antonio García, patriota preclaro cuyo apellido ostenta el municipio de Panabá, expone que la primitiva capilla fue erigida “para el culto de una Cruz muy venerada, que se halla al lado del camino principal que va al pueblo de Sitilpech”.
Según el historiador Leopoldo González Martín, estas peregrinaciones se iniciaron en 1853, cuando de nuevo la cólera morbo se presentó en Yucatán, y buscando la protección divina se realizó la primera procesión desde llevando a píe la imagen del Santo Cristo de la Exaltación desde Sitilpech hasta el santuario de Izamal.
Quizá siguiendo de modelo que había ofrecido el cabildo de la ciudad de Mérida que trasladó hasta palacio municipal de esa ciudad al Santo Cristo de las Ampollas para realizarle un novenario solicitándole su protección contra la epidemia, las autoridades y feligreses Izamal hicieron lo propio con el Santo Cristo de Sitilpech.
La epidemia se presentó primero en 1833 y posteriormente en 1853, este segundo momento la epidemia se extendió a finales de septiembre y para los primeros días de octubre estaba flagelando a los pueblos yucatecos, elemento que sitúa la fecha de 18 de octubre, en el panorama rogativas realizadas en diferentes comunidades.
Es el siglo XX cuando a pesar de los embates de las diferentes etapas de persecución religiosa, se continúa estos traslados en forma discreta y quizá suspendida en más de una ocasión. Algunos datos señalan que, en 1939, los devotos sacaron de su caja al Cristo de la Exaltación y lo llevaron en procesión, desde la entrada de la ciudad hasta la iglesia. Lo que hizo que se venciera con esto los años de persecución y prohibiciones de como recibir al Cristo en la ciudad.
Muchas son las anécdotas y milagros que se cuenta sobre el 18 de octubre y el recibimiento. Dicen que en una ocasión los de Izamal y Sitilpech no se pusieron de acuerdo y ambos pueblos fueron azotados por cruel sequía y lluvias de truenos.
Lo cierto es que el 18 de octubre todo Izamal se viste de gala y de flores. Todo es luces bengala y de velas, olor de incienso y pólvora, hay que ser de piedra para no conmoverse ante la piedad de infinidad de devotos que abarrotan las plazas, el atrio y los corredores de aquella histórica ciudad yucateca.
En tanto una sencilla orquesta de músicos, que envuelve los sentidos cuando inunda los aires con esas notas que dicen a la letra:
¡Que viva mi Cristo! ¡Que viva mi Rey!
Que impere doquiera, triúnfate su ley,
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!