El pasado 17 de octubre, el puerto pesquero de Yucatán se sumió en la incertidumbre cuando se dio a conocer la desaparición de la embarcación “San Crisanto 10”. Cinco pescadores habían partido desde “La Caleta” de Progreso, con la esperanza de una jornada productiva, pero la naturaleza tenía otros planes.
Una fuerte marejada golpeó la embarcación durante la madrugada, arrojándolos a un fatídico destino en las coordenadas 22°16′ N y 90°38′ O, al norte de Celestún.
La comunidad pesquera, acostumbrada a los riesgos del mar, recibió con desolación la noticia. Los primeros informes indicaban que tres pescadores habían sido rescatados, pero dos más seguían desaparecidos. Los sobrevivientes fueron encontrados a la deriva por la embarcación “Propemex 14”, exhaustos, golpeados por el frío y las horas de incertidumbre en el vasto mar. Relataron, con voces quebradas, cómo la tormenta se desató de forma imprevista, arrastrando su embarcación hacia una tragedia que, hasta el momento, no ha terminado de escribirse.
Una búsqueda sin descanso
Desde el momento en que se reportó la desaparición de la “San Crisanto 10”, la Secretaría de Marina y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) pusieron en marcha un operativo intensivo de búsqueda. Helicópteros y lanchas patrulleras recorren incansablemente las aguas, rastreando cada posible rastro de los dos tripulantes aún desaparecidos. Pero las condiciones no han sido favorables. Un frente frío, típico de esta época del año, ha hecho que las aguas sean aún más traicioneras, obligando incluso a paralizar las actividades portuarias en la zona.
La comunidad de pescadores de Celestún y Progreso se ha volcado en solidaridad. Todos conocen los peligros del mar y la angustia de quienes esperan en casa. El recuerdo del reciente naufragio de las embarcaciones “Peyucsa 12” y “Halcón 1”, en los que ocho hombres permanecen desaparecidos, agrava el dolor y la incertidumbre de las familias.
Esperanza en el horizonte
Aunque la tecnología y los equipos especializados trabajan al máximo para localizar a los pescadores, la esperanza sigue siendo el motor que impulsa a las autoridades y a los familiares. Cada nueva hora trae consigo la posibilidad de un avistamiento, una señal, un indicio que permita poner fin a esta angustiosa espera.
Sin embargo, las aguas del Golfo son implacables y su vastedad asusta. Mientras los pescadores rescatados reciben atención médica y psicológica, sus relatos aún retumban en los oídos de aquellos que no dejan de preguntarse qué les habrá ocurrido a los otros dos hombres del “San Crisanto 10”.
Los días pasan y la incertidumbre crece. Las miradas se dirigen hacia el mar, buscando respuestas que solo él conoce, con la esperanza de que este episodio no se sume a la lista de tragedias que azotan a las comunidades pesqueras del estado de Yucatán.