En la pintoresca localidad de Celestún, donde la brisa marina se mezcla con la vida tranquila de sus habitantes, un evento digno de película sacudió la rutina diaria. Lo que comenzó como un intento de robo terminó convirtiéndose en una épica cacería que los vecinos no olvidarán pronto.
Los protagonistas: Morsa y Pinocho
Todo comenzó cuando “Morsa” y “Pinocho”, dos ladrones con antecedentes delictivos, decidieron irrumpir en una propiedad de la comunidad. Lo que no sabían era que su fechoría sería el principio de un desenlace tan inesperado como cómico.
Vecinos atentos, como guardianes silenciosos del pueblo, alertaron a la Policía Estatal. Con rapidez y determinación, los agentes llegaron al lugar, listos para enfrentar cualquier desafío. Y vaya que lo hicieron.
El techo como escenario de batalla
En cuanto los delincuentes se dieron cuenta de la presencia policial, intentaron escapar. Pero Morsa, buscando ganar altura –y ventaja–, trepó al techo de la vivienda, armándose con piedras que lanzó sin piedad hacia los agentes. La escena, aunque tensa, tenía un toque surrealista: un hombre desesperado en el techo, rodeado de policías, en una especie de duelo improvisado.
La estrategia del tirahule
Cuando la fuerza convencional no era suficiente, la creatividad se convirtió en el arma secreta. Los agentes, en un giro magistral, utilizaron tirahules, esas hondas simples que muchos asocian con juegos infantiles. Con uno de los oficiales distrayendo a Morsa desde el suelo, otros tres treparon sigilosamente al techo. La maniobra funcionó como un reloj bien engranado: Morsa fue sometido mientras gritaba y lloraba, rendido ante la astucia policial.
Por otro lado, Pinocho, el segundo implicado, se rindió sin resistencia, tal vez al comprender que no había escapatoria posible.
Reacciones entre risas y gratitud
La noticia del operativo corrió como pólvora por Celestún. Los vecinos no podían contener las carcajadas al relatar la escena. “Nunca pensé que vería a la policía usar tirahules, ¡pero qué efectivos fueron!”, exclamó uno de los testigos.
Sin embargo, detrás de las risas estaba un sentimiento de alivio. La comunidad celebró no solo la captura de los delincuentes, sino también la creatividad y compromiso de los agentes. “Aquí quedó claro que en Celestún, la justicia llega… aunque sea con tirahules”, bromeó un vecino entre aplausos.
Un mensaje claro
Con ambos ladrones tras las rejas, este evento se convirtió en una lección para aquellos que pretendan alterar la tranquilidad de Celestún. La Policía Estatal demostró que la determinación, el ingenio y un toque de humor pueden resolver incluso las situaciones más complicadas. Y para los habitantes, la anécdota se suma al repertorio de historias que hacen de su comunidad un lugar único.
Celestún ahora sabe que no importa qué tan alto escales o qué tan rápido corras: siempre habrá un tirahule listo para restaurar el orden.