Era una noche tranquila en la colonia Centro, donde las calles empedradas susurraban historias del pasado y las casas de techos de palma parecían dormir bajo el manto de estrellas. Pero aquella calma se rompería abruptamente.
Desde la calle 55 por 44, justo a un costado del icónico Hotel Puuc, se alzó una humareda que primero intrigó y luego alarmó a los vecinos. Las llamas habían comenzado a devorar un techo de palma, iluminando la oscuridad con un brillo aterrador.
La primera línea de defensa no tardó en aparecer: las y los vecinos, en un acto de valentía y solidaridad, comenzaron a formar cadenas humanas, pasándose baldes de agua desde cisternas y grifos cercanos. Cada gota parecía una batalla ganada en medio de aquella lucha desigual. Pero no estaban solos. Elementos de Protección Civil Municipal y bomberos de Ticul llegaron al rescate, sumándose al esfuerzo colectivo.
El incendio, aunque sofocado, dejó huellas: no solo en el techo ennegrecido de guano, sino en el corazón de la comunidad. Lo que parecía un desafortunado accidente comenzó a teñirse de sospecha cuando, al día siguiente, las redes sociales comenzaron a arder con un video inquietante.
En la grabación, un hombre arrojaba lo que parecía ser un petardo directamente sobre el techo de paja. La explosión inicial prendió las llamas que habrían podido consumir más que madera y palma: vidas. El presunto piromaníaco, aún no identificado, se convirtió en el rostro de un miedo latente.
La noticia corrió como el fuego mismo. La posibilidad de que otro techo de paja pudiera ser blanco de ese sujeto llenó de inquietud a la comunidad. Sin embargo, también dejó al descubierto algo más fuerte que el temor: la unidad de una colonia que, frente al peligro, no dudó en actuar.
Hoy, las miradas no solo están en el humo que dejó aquel incendio, sino en la búsqueda de justicia. Un llamado colectivo para que las autoridades investiguen y se aseguren de que actos así no vuelvan a perturbar la paz de la noche. Porque en la colonia Centro, donde las historias de antaño aún resuenan, nadie permitirá que las llamas del miedo se extiendan.