En el corazón del sur de Yucatán, el eco de la historia y la naturaleza permanece encerrado tras un portón oxidado. Las grutas de Loltún, uno de los santuarios subterráneos más emblemáticos de la región, siguen cerradas al público cinco años después del inicio de la pandemia. Lo que alguna vez fue una joya del turismo arqueológico y natural de la península, hoy yace en el olvido oficial.
Este sitio, con cerca de dos kilómetros de recorrido subterráneo, solía ser visitado por miles de personas al año. Atraía a turistas nacionales e internacionales con sus estalactitas, estalagmitas, arte rupestre y vestigios de ocupación humana milenaria. Loltún no solo ofrecía un viaje al pasado, sino también una experiencia visual gracias a su sistema de iluminación que resaltaba las maravillas geológicas del lugar.
Pero desde 2020, cuando la pandemia obligó a cerrar múltiples espacios públicos, Loltún no ha vuelto a abrir sus puertas. A pesar de ser un atractivo de alto valor histórico, cultural y económico, las autoridades estatales y federales aún no han definido si volverá a recibir visitantes ni han planteado una estrategia clara para su reactivación.
En Oxkutzcab, la incertidumbre pesa como piedra entre los restauranteros, hoteleros y guías turísticos, quienes durante años encontraron en las grutas una fuente constante de ingresos. Comercios de municipios cercanos también resienten la falta de afluencia que antes solía beneficiar a toda la cadena turística local.
Aunque se han realizado algunos trabajos menores de conservación y mantenimiento, la sensación general es que el potencial de Loltún se está perdiendo. El tiempo corre, y con él se desdibuja el recuerdo de un lugar donde la tierra contaba su propia historia.
Por ahora, el silencio de las grutas es más profundo que nunca.