José tenía apenas 19 años. Como muchos jóvenes en el sur de Yucatán, su primera gran adquisición fue una motocicleta. No un auto ni una casa, sino esa pequeña máquina de dos ruedas que le prometía libertad, rapidez y movilidad en su día a día. La compró a crédito, en una de tantas financieras que ofrecen pagos accesibles. Lo que no sabía, es que ese sueño sobre ruedas podía convertirse en una pesadilla.
Los municipios del sur, como Ticul, Oxkutzcab y Tekax, están experimentando una transformación sobre el asfalto: cada vez hay más motocicletas circulando por las calles. No es casualidad. Las facilidades de crédito han hecho que más personas opten por este medio de transporte económico y práctico. Pero ese crecimiento trae consigo una realidad más cruda: los accidentes viales están aumentando.
Según autoridades locales, los percances relacionados con motocicletas han escalado de manera alarmante. ¿La razón? En muchos casos, la falta de respeto a los señalamientos de tránsito, el exceso de velocidad y la omisión del casco de seguridad. El resultado son escenas cada vez más frecuentes de vehículos destrozados, personas heridas… y familias marcadas por el dolor.
“Muchos no se dan cuenta de lo vulnerables que son sobre una moto”, comenta un paramédico de Tekax que prefiere no dar su nombre. “Llegamos al lugar y lo primero que notamos es que no llevaban casco. Eso hace la diferencia entre un susto y una tragedia”.
Las autoridades han comenzado a implementar operativos y campañas de concientización. Insisten en un mensaje claro: usar el casco salva vidas. No se trata de una obligación por cumplir, sino de una medida que puede evitar que una historia como la de José termine en una sala de emergencias o peor, en una morgue.
Mientras tanto, el rugido de los motores sigue creciendo en el sur, al igual que el desafío de frenar una tendencia que puede cobrarse más vidas de las que quisiéramos contar.