Hasta hace apenas un lustro, Sisal era un puerto pesquero sereno, rodeado de manglares, dunas y calles donde el silencio del mar dominaba las tardes. Hoy, el paisaje es otro. Entre anuncios de renta vacacional, departamentos recién estrenados y turistas que van y vienen, el pueblo mágico se enfrenta a un problema que crece a la par del desarrollo: la inestabilidad eléctrica.
“Pagamos hasta tres mil pesos de luz sin aire acondicionado, solo con lo básico. Y aun así se va la corriente cada fin de semana”, relata Denise, habitante de la comunidad. Vive con su familia en una casa donde los apagones no solo son cotidianos, sino imprevisibles. A mediodía, por la tarde o al anochecer, la electricidad se corta sin aviso, justo cuando el puerto recibe más visitantes.
Para los pobladores, el encarecimiento del recibo eléctrico llegó con la llegada del turismo. Pero lo que no llegó junto con los nuevos departamentos, casas vacacionales y hoteles boutique fue un servicio acorde con la demanda creciente.
La vida entre apagones
En Sisal, la rutina se ha ajustado al ritmo de la inestabilidad.
En la tortillería —cuenta Denise— se levantan a las dos de la mañana para producir antes de que la luz falle. Negocios como lavanderías o cocinas económicas trabajan con el temor de no poder entregar. Y en hogares con adultos mayores, la falta de electricidad y señal telefónica durante horas prende alertas mayores: ¿qué pasa si hay una emergencia?
El malestar crece en redes sociales, donde vecinos denuncian fallas constantes. Aun así, la expansión inmobiliaria continúa sin freno.
Proyectos que avanzan sin luz estable
Solo en lo que va de 2025, siete proyectos inmobiliarios ingresaron a evaluación ambiental ante la Semarnat. De aprobarse, sumarían más de 200 nuevas habitaciones; todas con aire acondicionado, amenidades y demanda energética adicional.
Pero no es una tendencia reciente.
Entre 2012 y 2022, Sisal registró 90 solicitudes de construcción y lotificación. En conjunto, proyectaban hasta 30 mil propiedades, suficientes para sumar más de 100 mil habitantes a una comunidad que hoy apenas alcanza los tres mil, según el INEGI.
El boom inmobiliario desbordó la capacidad del sistema eléctrico, ya frágil de por sí en toda la península.
Una península con energía insuficiente
La energía en Yucatán depende principalmente del gas natural que llega por el gasoducto Mayakan. De las plantas eléctricas de la región, solo el 12% de la energía proviene de fuentes renovables, según evaluaciones nacionales.
En este contexto, las fallas no sorprenden:
Apagones estatales, cortes programados no reconocidos por todas las autoridades y fallas masivas —como la del 26 de septiembre, que dejó sin luz a más de dos millones de personas en los tres estados peninsulares— evidencian la vulnerabilidad del sistema.
Mientras tanto, las nuevas centrales eléctricas de Mérida IV y Riviera Maya prometen aumentar la generación en un 38%, aunque organizaciones civiles advierten que eso no resolverá la desigualdad energética: primero se abastece a los polos de desarrollo, no a las comunidades.
El costo social del desarrollo
Para familias como la de Denise, comprar un generador no es opción. Menos aún paneles solares, cuyo costo rebasa su presupuesto. “Eso lo pueden poner los hoteles o las casas grandes”, dice.
La llegada de turistas trajo inversión, pero también aumentó el consumo energético, y con ello los apagones, los costos y la incertidumbre. En Sisal, el pueblo mágico y su belleza natural comparten espacio con cables saturados, subestaciones insuficientes y un modelo de crecimiento que prioriza la inversión antes que la calidad de vida.
Mientras tanto, los días siguen avanzando entre la luz que llega, la que no vuelve y los nuevos edificios que se levantan aunque el suministro eléctrico parezca a punto de colapsar.
