Una tarde tranquila en Seyé se transformó en una escena de dolor y desesperación cuando un acto de crueldad extrema dejó a un indefenso perro paralítico. El jueves, cuando el sol empezaba a caer, un lomito descansaba pacíficamente frente a su hogar, sin imaginar que su vida cambiaría en cuestión de segundos.
Un sujeto, caminando por la misma banqueta, se encontró con el perro y, sin motivo aparente, le propinó una violenta patada. El impacto fue devastador.
El pequeño animal quedó tendido en el suelo, inmóvil, mientras el agresor seguía su camino sin mostrar ni un atisbo de remordimiento. El perro, que momentos antes disfrutaba de la tranquilidad de la tarde, ahora yacía paralizado, incapaz de moverse, solo y vulnerable.
El dueño del perrito, Marcos “N”, acudió rápidamente al lugar, con la esperanza de que su mascota pudiera recuperarse. Sin embargo, la realidad fue cruel: el golpe había sido tan grave que el animal perdió la movilidad. Marcos, en medio del dolor y la incertidumbre, decidió trasladar a su fiel compañero a Mérida para recibir atención veterinaria. Aunque fue un esfuerzo desesperado, las esperanzas de que el perro pudiera volver a caminar eran escasas.
La tristeza de Marcos no solo era por la condición del animal, sino también por la impunidad que parecía acompañar al agresor. Hasta el momento, el responsable no ha sido identificado, pero el dueño ha pedido la colaboración de los vecinos de Seyé para que se haga justicia. “No entiendo cómo alguien puede hacerle esto a un ser indefenso”, comentó Marcos, con la voz quebrada por la impotencia y el dolor.
Este caso de violencia animal ha generado indignación en la comunidad. Las leyes de Yucatán permiten que los actos de maltrato animal sean castigados con hasta diez años de cárcel, pero solo si son denunciados ante la Fiscalía General del Estado. Marcos espera que con la ayuda de la comunidad se logre identificar al agresor y llevarlo ante la justicia.
Mientras tanto, el pequeño perro sigue luchando por su vida, pero su destino parece incierto. Para él, la tranquilidad de una tarde cualquiera se transformó en una tragedia que nadie pudo prever, una tragedia que, más allá de las palabras, deja una marca imborrable en la conciencia de quienes presenciaron el terrible acto.