Era una tranquila noche del lunes 25 de noviembre en Ticul, Yucatán. Las calles estaban llenas de la calma habitual, solo interrumpida por el sonido de la combi de la ruta Ticul-Mérida, que regresaba con 10 pasajeros tras una larga jornada. Todo parecía normal, hasta que el destino dio un giro inesperado.
De repente, un olor a quemado comenzó a invadir la cabina. Los pasajeros, nerviosos, buscaron el origen, pero antes de poder reaccionar, una chispa se transformó en un fuego que rápidamente devoró el vehículo. ¡Pánico! Los ocupantes salieron apresuradamente, ayudándose unos a otros mientras el conductor gritaba para que se alejaran del vehículo.
El incendio no solo alarmó a los pasajeros, sino que atrajo la atención de los vecinos, quienes se apresuraron a salir de sus casas y negocios para entender lo que estaba pasando. Algunos intentaron contener las llamas con cubetas de agua, mientras los minutos parecían eternos.
Afortunadamente, los héroes de la noche llegaron pronto: elementos de la Policía Municipal y bomberos de la Secretaría de Seguridad Pública, quienes, en una operación rápida y precisa, lograron controlar el fuego antes de que alcanzara a más propiedades.
La combi, lamentablemente, quedó reducida a cenizas, una pérdida total para el sindicato “Salvador Alvarado del sur del estado de Yucatán”. Dos negocios cercanos también sufrieron daños, dejando una marca visible del peligro que se vivió.
Este suceso, que pudo haber tenido consecuencias trágicas, es un recordatorio poderoso de la importancia del mantenimiento preventivo y de protocolos de seguridad en el transporte público.
Las autoridades hicieron un llamado urgente para reforzar las inspecciones regulares en las unidades y garantizar la seguridad de los usuarios, evitando tragedias similares en el futuro.
Mientras tanto, aquella noche quedará grabada en la memoria de los pasajeros, vecinos y rescatistas como un recordatorio de lo frágil que puede ser la línea entre la rutina diaria y el desastre.