La noche del sábado, el anfiteatro del Parque de La Plancha en Mérida se transformó en un verdadero santuario de la música mexicana. Bajo un cielo estrellado y con más de diez mil corazones latiendo al unísono, Eugenia León, la inconfundible voz del sentimiento y la tradición, ofreció un concierto que quedará grabado en la memoria colectiva de los yucatecos.
Desde el momento en que pisó el escenario, saludando con un cálido “buenas noches Mérida hermosa”, Eugenia tejió un hilo invisible entre ella y su público, uniendo generaciones y géneros musicales en un abrazo de nostalgia y celebración. Acompañada por su quinteto y, en la segunda parte, por la majestuosa Orquesta Típica de Yukalpetén, la cantante ofreció un recorrido musical por México, desde los sones y fandangos hasta los boleros y la trova yucateca, cada interpretación impregnada de su estilo único.
El ambiente vibró con clásicos como El Fandango Aquí, que le otorgó el reconocimiento internacional en el Festival OTI de 1985, y Macondo, evocando la magia de García Márquez. Pero también hubo espacio para la emoción colectiva, cuando canciones como Vámonos de José Alfredo Jiménez y Como yo te amé de Armando Manzanero hicieron que miles de voces se alzaran al unísono, mientras las luces de los celulares iluminaban el anfiteatro como un cielo estrellado en la tierra.
Eugenia no solo cantó, sino que contó historias. Cada tema se convirtió en una pieza de un mosaico que celebraba el alma mexicana: el amor, la pérdida, la esperanza y la alegría. Vestida en un terno de colores vibrantes, un homenaje al arte yucateco, Eugenia no solo fue intérprete, sino embajadora de la riqueza cultural de México.
La velada cerró con un emotivo broche de oro, cuando, al recibir un ramo de flores durante la interpretación de Contigo aprendí, Eugenia agradeció al público con una sonrisa llena de gratitud y orgullo. “Este lugar es un reflejo de lo que somos como mexicanos”, expresó, antes de entonar su última canción, dejando a todos con el corazón lleno y la promesa de que la música siempre será un puente entre las almas.
En esta noche mágica, el Parque de La Plancha no solo celebró su primer aniversario como espacio de recreación, sino también la capacidad infinita de la música para unir, emocionar y trascender el tiempo. Una noche que reafirma el lugar de Eugenia León como una de las grandes voces de México, y que deja una lección en el aire: el arte, cuando toca el alma, enciende la chispa de la eternidad.