Era una tarde cualquiera en la colonia El Roble. El sol se escondía entre las ramas de los árboles y las familias se preparaban para cerrar el día. Todo parecía tranquilo, pero en las calles se respiraba una preocupación latente.
Doña Rosa, dueña de una pequeña tienda de ropa de paca, atendía a sus últimos clientes con su característico buen humor. Sin embargo, no notó cuando un hombre, aparentando ser un cliente más, deslizó hábilmente su mano hacia el mostrador y tomó su celular. Fue un instante, un parpadeo, y ya no estaba.
A unas cuadras, don Pedro revisaba su caja de herramientas en el patio trasero de su casa. Como cada noche, las alineaba para asegurarse de que estuvieran listas para el trabajo del día siguiente. No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de una motocicleta lo alertara. Dos figuras desconocidas irrumpieron en su propiedad y, en un abrir y cerrar de ojos, se llevaron sus herramientas.
Estos hechos no son aislados. En municipios del sur como Ticul y Oxkutzcab, las redes sociales se han convertido en la voz de la comunidad, uniendo a vecinos para denunciar los constantes robos que afectan su día a día. Fotografías y videos de sospechosos circulan rápidamente en internet, buscando prevenir que otros sean víctimas de los mismos delitos.
Aunque la policía municipal ha logrado capturar a varios responsables, la sensación de vulnerabilidad persiste. Los ciudadanos siguen atentos, vigilantes, compartiendo consejos y alertas en grupos vecinales.
La vida en estos municipios sigue su curso, pero con una nueva rutina: cerrar puertas con doble llave, revisar cámaras de seguridad y estar alerta ante cualquier movimiento extraño. Mientras tanto, la esperanza de recuperar la tranquilidad no se pierde, porque cada vecino que alza la voz y cada denuncia que se atiende son pasos hacia un futuro más seguro.
El sur del estado es un lugar de trabajo duro y comunidad fuerte. Ahora, más que nunca, esos lazos son esenciales para enfrentar y superar esta ola de robos que amenaza la paz que tanto valoran.